lunes, 15 de junio de 2015

Fabula la tortuga y el aguila.








La Vieja tortuga, mientras se soleaba sobre las lisas y tibias rocas, al borde de la laguna, observaba cómo ascendía repetidas veces hacia las nubes el águila de anchas alas, hasta que sólo era una manchita en el cielo


. Al cabo de un instante, el ave bajó en raudo vuelo y se posó sobre una roca próxima.

-¡Hola! -dijo el águila. cordialmente-. ¿Cómo estás?

-Bien. Pero me sentiría muy satisfecha si pudiera volar -respondió la tortuga, exhalando un hondo suspiro-.

 Estoy harta de arrastrarme por la tierra. ¡Quisiera remontarme por los cielos, como tú!

La prudente ave trató de razonar con ella; pero la tortuga miró las alisadas alas plegadas contra el cuerpo del águila y dijo:

-Enséñame a volar y te daré todos los tesoros que yacen en el fondo de esa laguna.

Entonces, el águila tomó con sus garras a su amiga y se remontó por el azul del cielo. 

Así volaron muchos kilómetros, a veces a ciegas entre las nubes y, otras, rozando, casi, las copas de los árboles.

-Ya ves cómo se hace -dijo el águila, superando el rumor del viento-. Ahora, vuela tú sola.

Y aflojó las garras, soltando a la tortuga.

Ésta giró sobre sí misma muchísimas veces, mientras caía vertiginosamente a tierra.

 Por fin, se hizo pedazos sobre las rocas, junto a su laguna.

-¡Qué estúpida era esta vieja tortuga! -dijo el águila, desplegando sus grandes alas mientras se disponía a volar de nuevo-.

 Estaría viva aún si se hubiera contentado con disfrutar de la vida en esta plácida laguna.

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