lunes, 16 de enero de 2017

Hansel y Grettel.

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Érase una vez una pequeña y humilde casita situada en las proximidades de un precioso bosque, grande y profundo, en la cual vivía un matrimonio de leñadores con sus dos lindos hijos llamados Hansel y Grettel. Todas las mañanas bien temprano, la familia se ponía en marcha para trabajar, y todos sin excepción aportaban algo.
Buenos días, querida familia. Hoy tengo mucha leña que cortar, así que voy yendo sin más demora.- Dijo el padre.



Yo he pensado haceros un delicioso pastel de fresas para la merienda. Hijos míos, hacedme el favor de ir a buscarme las mejores fresas que encontréis.- Dijo la madre de los pequeños.
¡Te traeremos las mejores del mundo! – Exclamaron los hermanos a coro muy contentos.
Tras el desayuno, los niños cogieron una cestita de la despensa y se dirigieron al bosque en busca de las fresas más bonitas y frescas, jugando y cantando sin cesar por el camino.
Hansel, tráeme esa fresa que hay ahí tan roja. ¡Tengo tantas ganas de comerme el pastel que nos hará mamá! – Dijo Grettel saboreando ya casi la tarta en su paladar.



Los hermanos continuaron el camino, pero como consecuencia de lo distraídos que iban  con sus canciones y juegos, no pudieron percatarse de que cada vez se adentraban más en el profundo y peligroso bosque. Hasta que de pronto, y tras mucho caminar, dieron con un claro en el camino sobre el cual se advertía una asombrosa casita recubierta de caramelos de mil colores.



Hola niños. ¿Os gusta mi casa? Pues pasad, pasad, que se os ve cansados y dentro os esperan muchas sorpresas más- Exclamó una malvada bruja que les había visto aproximarse desde las profundidades del bosque.
Los niños pasaron ilusionados y la bruja comenzó a enseñarles su casa. Desgraciadamente, por dentro no tenía ni tanto color como por fuera, ni tanto dulce. La malvada anciana les condujo hasta una habitación sin ventanas que se encontraba al fondo de la casa y cuya puerta era una extraña verja.



¿Estos barrotes son de chocolate?- Dijo el inocente Hansel esperando que la malvada anciana le sacara por fin las golosinas.
Pasad y lo veréis- Contestó la bruja mientras se sonreía maliciosamente.
Los niños pasaron confiados tras aquellas palabras y, una vez dentro, la anciana cerró la puerta.
¡Ja, ja, ja! ¿Os gusta el chocolate? Pues tendréis que despediros porque, aquí en esta casa no hay chocolate, ¡y nunca podréis salir! – Exclamó la bruja malvada- ¡A mi me gustan más los guisos!
Hansel y Grettel comenzaron a llorar desconsoladamente acordándose de sus padres.
Comed, comed. Comed hasta llenaros…- Les dijo la anciana ofreciéndoles grandes trozos de pollo.
Grettel, que era la hermana mayor, pronto se dio cuenta de las terribles intenciones de aquella anciana escuálida, y concibió un plan con su hermano Hansel.



Todos los días, cuando la bruja venga a traernos comida, deberás sacar esta pata de pollo seca en lugar de mostrarle el brazo, para que vea que seguimos muy flacos y no quiera comernos. – Explicó Grettel a su hermano pequeño.
Y así lo hicieron varios días, hasta que la anciana se cansó de esperar a que engordaran:
¡Condenados niños! Ahora mismo pondré el caldo a calentar y tú me ayudarás a preparar la olla, Grettel.
Ambas se dispusieron a preparar agua en un gran caldero y lo pusieron sobre el fuego.
Señora, mire a ver si está bien de sal el agua.- Dijo Grettel.



La anciana se acercó al gran caldero de agua hirviendo y, como no veía casi nada, metió tanto la cabeza que cayó dentro.
¡Ay! ¡Ay! ¡Socorro! ¡Ay! ¡Socorro!, soy una pobre vieja. ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Ayudadme, pequeños!- Gritaba la malvada bruja desconsolada.
Grettel, al ver lo que había pasado, sacó corriendo a su hermano del encierro.


 Cogió también un montón de dulces que la bruja guardaba bajo llave y volvieron a  su casa atravesando el bosque sin fresas, pero cargados de delicias de turrón y chocolate.
Sus padres, que no habían cesado de buscarles, no podían creer que sus hijos hubieran encontrado el camino de vuelta y, con lágrimas de alegría en los ojos, abrazaron fuertemente a los pequeños. Fueron felices para siempre desde entonces los cuatro juntos, y lo celebraron ¡con mucho dulce!


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