Tal vez no exista un solo documento antiguo por remoto que sea que no nos
descubra la presencia de un ente diabólico, de un adversario poderoso
dispuesto a confundir, hundir y humillar no solo a hombres si no a naciones
enteras. Innumerables son los textos que hacen referencia a Satán y a sus legiones de servidores. Quizás la literatura más extensa ha sido escrita durante la llamada Era de las Brujas entre los siglos XIII y XVII acunada por la aparición del protestantismo.
El Diablo gozó de gran popularidad cuando fue actualizado por Lutero, que a pesar de ser un hombre evidentemente culto, creía ver demonios por donde mirara.
En esos tiempos, famosos eran lo aquelarres celebrados en el prado de Berroscoberro y desde luego también lo eran las hogueras donde se castigaban a brujas y hechiceros.
Descripciones y declaraciones de los enjuiciados han quedado registradas y aún se conservan con mucho cuidado para evitar que se pierdan en la noche de los tiempos. Una de las historias más singulares de las que se tiene conocimiento es la que contó una de las juzgadas al inquisidor del Santo Oficio de Pamplona, Pedro de Valencia.
Cierto día en la villa de Vera, en el valle de Baztán, en Navarra y durante los días previos a la pascua del 1610, un demonio intentaba tentar a un hombre que regresaba a su casa después de un día de trabajo muy duro.
Samael, miembro de la nobleza infernal, prometió a cambio de adoración y sumisión por parte de aquel hombre, el conocimiento de todas las ciencias.
El campesino que en su estupidez no deseaba ese conocimiento se rascó la cabeza pensativo.
--- Saber de alquimia no me ayudará a arrastrar el arado, ni adelantará la época de cosecha--- dijo y le dio la espalda al demonio.
Samael entonces perplejo, invocó a Astaroht que se hizo presente en todo su esplendor con una llamarada y se acercó al hombre.
--- Si te arrodillas y me adoras te daré dos ánforas repletas de oro. Con todo el metal que tendrás ya no vas a necesitar arrastrar el arado ni esperar la época de cosecha.--- y dicho esto se dispuso a esperar ver caer de rodillas al campesino.
El hombre negó lentamente con la cabeza.
--- Estoy viejo y lo que me queda de vida no me alcanzaría para gastar todo el oro que me ofreces, además ¿en que gastaría toda esa fortuna?---.
Samael y Astaroht se miraron y fruncieron el ceño desconcertados ante aquel hombre.
Aquiel, demonio muy cercano a la amistad réproba de Lucifer, se hizo presente en una espiral de humo entre los ángeles caídos.
Abriendo los brazos mostró su poder y el campesino se vio por un momento a si mismo en su juventud, fuerte y gallardo, unos segundos después la imagen desapareció ante sus ojos.
--- Puedo darte la juventud que añoras si reniegas de Dios y me sigues cumpliendo mis mandatos. Yo puedo hacer que tengas una larga vida.
El campesino volvió a negar con la cabeza.
--- No quisiera sufrir nuevamente los males de mi vida…hambre, miseria, soledad y dolor, la perdida de mis seres queridos, mis amores jamás correspondidos… en mi vida nunca tuve suerte.
Rápidamente otra sombra infernal lo atacó, y su llegada fue tan impetuosa que hasta los otros demonios se sorprendieron.
--- ¿Sabes quien soy, hombrecito? Nebirus es mi nombre y para mi la suerte no tiene misterios, si deseas que el azar te favorezca, solo pídemelo.
Puedo hacer que sepas las cartas, los números y las trampas de cada uno de tus oponentes en el juego, siempre ganarás si logras ver en cada naipe mi rostro y me entregas el alma en cada tiro de dados. Nadie te podrá hacer frente.
El campesino miró al suelo dubitativo e hizo silencio tomándose el mentón.
Nebirus miró a Samael, luego a Aquiel y a Astaroht en gesto triunfal y orgulloso ante su inminente victoria. Los otros demonios observaban con atención.
El hombre alzó la vista y la incredulidad que revelaban sus ojos derribó sin más las expectativas de los demonios.
--- ¿Si no tendré oponentes, entonces quien jugará conmigo? ¿Con quién apostaré para hacer uso del don que me ofreces? Solo lograría que la gente se alejara más de mí.
Nebirus se volvió confundido hacia sus hermanos que también desconfiaban de aquel hombre que no era santo, apenas creyente, pero que resistía con artimañas a las tentaciones de los demonios.
Samael creyó adivinar que era lo que el hombre deseaba, llamó a reunión a sus tres hermanos y les habló al oído durante un momento.
Astaroht se adelantó y le dijo al campesino casi a gritos mientras sonreía.
--- Sabemos muy bien lo que deseas, por un momento nos desesperamos ante tu aparente fuerza espiritual. Te daremos a cambio de tu sucia alma una mujer que se te entregará a ti en toda tu lujuria y te dará todo su amor.
El campesino emitió una carcajada.
--- ¡Conocí muy bien a las mujeres en mi vida --- dijo el hombre --- todas se parecen, ninguna comprende los sentimientos del hombre, son seres viles que desprecian el amor de un hombre humilde!
Entonces Astaroht se abalanzó lleno de ira y le gritó en la cara.
--- ¡Tu no eres humilde! Eres un imbécil que no tiene ojos para ver las oportunidades que se le presentan, ni siquiera las más viles…
--- Jamás comprenderás lo que te ofrecemos --- dijo Aquiel --- no sabrías como aprovechar una segunda vida, cometerías los mismos errores y estupideces de antaño porque jamás amaste tu vida.
--- ¡No te importa ganar, no te importa perder, ni siquiera te importa jugar porque no sabrías como, no tendrías coraje para apostar a nada! --- gritó Nebirus.
Samael reía y sus ojos brillaban de locura.
--- ¡Ay de mí querer tentar con conocimientos a alguien que se conforma con su propia ignorancia! ¡Insensible! ¡No pareces en nada al hombre perfectísimo que Dios quiso crear… y dices conocer a las mujeres solo por los defectos de algunas de ellas que te defraudaron quizá por tu corazón falto de nobleza! ¡Ni siquiera aceptaste el amor incondicional de la mujer que te ofrecimos! ¡Acaso no sabes que para amar tienes que entregar el alma a cambio! ¡A quien ames, al Creador, a Lucifer o a quien sea porque querer amar sin entregar el alma te convierte en un ser tan despreciable como nosotros mismos!
Y dicho esto los cuatro ángeles desaparecieron en una explosión de luz como un brusco amanecer.
Los demonios, de regreso al infierno refirieron su fracaso a su señor, al adversario. Lucifer los escuchó y dejó que sus hijos hablaran, cuando le llegó su turno los demonios doblaron su rodillas.
--- No intenten nunca conquistar a un estúpido, es mas fácil tentar a un santo que a un imbécil que ni siquiera comprendería la magnitud de lo que les ofrecen. Existen otras formas de hacer caer a esos hombres pero no se molesten, sus almas poco valen.
Entonces Lucifer le habló a cada uno de ellos.
--- Astaroth, no ofrezcas dinero a los hombres sensibles, ofrece belleza y arte.
--- Aquiel, no ofrezcas una vida llena de placeres, ofréceles solamente buenos momentos junto a los que aman. A veces creo que la libertad que les dio el Creador los atormenta.
--- Nebirus, no los tientes con ganar siempre. Enséñales un juego donde sientan que pueden vivir todas las vidas y hallar así algunas respuestas a su sed de inmortalidad
--- Y tú Samael, no intentes nunca comprender al amor, nosotros no podemos amar, los hombres pueden pero sería mejor para ellos si lo viviesen y no intentaran comprenderlo. Hijos míos de esta manera lograrán perder muchas almas.
Los demonios bajaron sus cabezas, asintieron y el rostro bello y angelical, pero cegado de poder del Diablo, se entristeció.
El campesino vivió solo unos años más, nadie lamentó su muerte, nadie lo extrañó.
En su entierro, Samael se acercó al humilde féretro y descubrió que también estaban allí Aquiel, Astaroth y Nebirus.
Cuando el enterrador arrojó la última palada de tierra sobre el ataúd, los demonios se miraron unos a otros y comprendieron avergonzados que sentían lástima por aquél hombre.
Luego se separaron y sin volver a mirarse, se perdieron en las calles del pueblo.
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